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noviembre 11, 2024La geopolítica de los barrios. El caso de Lavapiés en Madrid
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Por José Ariza
Uno de los barrios más famosos de Madrid en el resto de España e incluso del mundo ni siquiera es un barrio real. Es Lavapiés y es conocido por su diversidad social, sus comercios, su vitalidad y su configuración urbana. Sus calles estrechas y sinuosas, fruto de su construcción orgánica en una época en la que el recorrido se adaptaba a las circunstancias del terreno -como la fertilidad de la tierra o los arroyos-, contribuyen a generar el magnetismo que este lugar genera.
En realidad es una parte del barrio de Embajadores, que en 2018 fue elegido por Time Out el más cool del mundo. Sin embargo, desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XX, fue el confín sur de la ciudad. La zona de residencia de las clases populares de la ciudad, donde lo habitual era la precariedad y el hacinamiento.
Lo que durante siglos fue periferia, hoy en día es centro. Y eso tiene un efecto muy importante sobre los procesos sociales que hoy en día suceden en Lavapiés. El concepto de geopolítica de los barrios puede contribuir a explicar estas transformaciones.
Habitualmente el concepto de geopolítica se utiliza para el estudio de los países y las relaciones entre ellos. Esto abarca el análisis del poder que tienen y cómo lo ejercen en base a su posición geográfica, su estructura sociodemográfica, los recursos con los que cuentan o el papel de sus fronteras. En este texto se defiende que también este enfoque, si bien, adaptado, también es útil para comprender la realidad social de los barrios.
Los barrios pueden adquirir dos maneras diferentes que no siempre coinciden, la administrativa y la fenomenológica. La primera tiene que ver con la organización territorial realizada por los gobiernos locales, de manera que tiene un límite fijo y duradero a lo largo del tiempo. La fenomenológica tiene que ver con cómo se percibe un territorio en el imaginario colectivo. Lavapiés no es un barrio administrativo, pero sí fenomenológico, dado que forma parte de la identidad de sus habitantes como el barrio en el que realizan su día a día. Su lugar de pertenencia. En el que conviven con su vecindario. Ello hace que en ocasiones los barrios se conviertan en entidades difusas de límites variables, pero en cualquier caso existen, ya sea de forma administrativa o como creencia colectiva.
Para entender las características de un barrio y cómo estas cambian a lo largo del tiempo, es importante comprender la posición que ocupa, tanto espacial como funcional, en el conjunto de la ciudad.
Madrid a finales del XIX, y, sobre todo, a comienzos del siglo XX, se expandió notablemente por el territorio. Hacia el sur, lo que hoy es el distrito de Arganzuela, se desplazó la industria y pasó a ser la parte más precaria de la ciudad sustituyendo a Lavapiés. Algo similar sucedió, a mediados del siglo XX, cuando absorbió a los municipios de sus alrededores, entre los que se encontraban Villaverde, Vallecas o Carabanchel. De nuevo, en el sur, además de la industria, se situaron las personas con menor poder adquisitivo.
Lavapiés, por tanto, a finales del siglo XX ya no era la periferia, sino parte del centro de una urbe dispuesta a construirse una imagen internacional y atraer inversión derivado de ello.
El capital necesita expandirse en el territorio y lo hace preferentemente en aquellos lugares donde existe un rent gap, es decir, donde hay una diferencia entre el valor real de los bienes inmuebles de un lugar y su valor potencial.
¿Y dónde tiende a haber un rent gap? En lugares en los que reside población de renta baja próximos en el espacio a otros de renta alta. Las personas tienden a mudarse a aquellos lugares que ya conocen y que permiten mantener una relación con el sitio previo de residencia, y con ello, con la familia, las amistades y el conjunto de redes sociales ahí construidas (Barañano y Santiago, 2023; Büchel, et al. (2020). La movilidad residencial y cotidiana se retroalimentan.
Sin embargo, la gente, al igual que el capital, no se desplaza de forma aleatoria, por el territorio, sino que hay unos cauces socioespaciales que lo condicionan (Ariza y Sorando, 2023).
Los barrios, al igual que los países, también tienen límites territoriales. Sennett y Sendra en su libro Diseñar el desorden, realizan una distinción entre el concepto de linde y de frontera. La frontera sería el límite donde algo termina, mientras que el linde es un espacio de interconexión entre grupos. De hecho, los autores recuerdan, haciendo un paralelismo con la naturaleza, que las lindes son los lugares más interactivos para los organismos debido a la intensa relación entre diferentes especies y condiciones físicas. Ponen como ejemplo la orilla de los lagos, zonas activas de intercambio en los que organismos distintos se encuentran y se alimentan entre sí (Sennett y Sendra, 2020).
Según la primera ley de la geografía, enunciada por W. Tobler, o principio de autocorrelación espacial: “Todas las cosas están relacionadas entre sí, pero las cosas más próximas en el espacio tienen una relación mayor que las distantes.”
Esto sucede habitualmente con la renta, donde la riqueza y la precariedad tiende a agruparse en el territorio. De hecho, uno de los elementos que mejor predice el poder adquisitivo de un barrio es el poder adquisitivo de los de alrededor.
No obstante, esto no siempre sucede. Ocurre en mayor medida cuando los límites entre barrios son lindes y no fronteras. Cuando no hay brechas físicas que dificultan el movimiento de las personas, y, por tanto del capital.
Un ejemplo de ello es la M30, una autopista urbana que separa la Almendra Central de los antiguos municipios que fueron incorporados a Madrid a mediados del siglo XX y actualmente son los distritos periféricos de la ciudad. Ello contribuyó a fijar durante décadas la desigualdad territorial entre el sur y el norte. La segregación física se convirtió en segregación social.
Lavapiés, por el contrario, forma parte del casco antiguo, cuyo trazado urbano es continuo. Sus límites son porosos, puedes atravesarlos a pie sin darte cuenta. No hay ningún tipo de barrera. Ni para las personas ni para el capital. A ello se le suma el magnetismo del que hablábamos al principio. También su posición céntrica en una urbe cada vez más turística, con mayor captación de la inversión nacional y extranjera y con un fuerte peso del negocio inmobiliario. Su papel, espacial y funcional -geopolítico- ha cambiado. Ha dejado de ser la periferia sur de la ciudad para ser uno de sus principales polos atractores.
Aun así, en Lavapiés, a día de hoy, convive población con alto poder adquisitivo, atraída por su vitalidad y su diversidad social, con personas que viven en situación de enorme precariedad. A pesar del enorme dinamismo de Madrid, la desigualdad histórica continúa persistiendo. Siglos después, sigue siendo la zona de menor renta del centro histórico. Esta es una de las principales tensiones de la ciudad, el continuo choque entre los nuevos procesos sociales y los que no terminan de desaparecer.
Bibliografía
Ariza, J., y Sorando, D. (2023). Cauces socioespaciales: la segregación y el arraigo en Madrid. Revista Española de Sociología, 32(4), 190.
Barañano, M. y Santiago, J. (2023). Los arraigos dinámicos en las ciudades como soportes frente a la vulnerabilidad. Revista Española de Sociología, 32(4), 186.
Büchel, K., Ehrlich, M., Puga, D. y Viladecans-Marsal, E. (2020). Calling from the outside: The role of networks in residential mobility, Journal of Urban Economics, Volume 119
Sendra, P., y Sennett, R. (2021). Diseñar el desorden: experimentos y disrupciones en la ciudad. Alianza editorial.
Ciudades Hexagonales es un programa impulsado por CIDEU, diseñado y coordinado por Hexagonal LAB, financiado por la Unión Europea, con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y el Ayuntamiento de Barcelona.