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Por Rodrigo Savazoni
El cuidado es el hilo del hacer común (commoning). Cuidado de uno mismo (autocuidado), de los demás (compasión) y del planeta (ecología). El ser, la comunidad y el mundo, en red. En los laboratorios ciudadanos que promovemos desde el Instituto Procomum (Brasil), el cuidado amplifica la voz del subalterno (ese del cual habla Spivak). El que ha sido silenciado oye el eco de su voz. Se forma un coro. El laboratorio es un lugar sensible donde todos enseñamos y (des)aprendemos. De ahí la importancia de estar juntos, en comunión.
El procomún es la tercera dimensión, fuera del Estado (público) y del Mercado (privado), pero en relación con ambos. Es una utopía, una práctica política y un sistema de gestión. Proyecta el mañana en el hoy. Tiene que ver con el viejo sueño de una sociedad sin opresión y sin clases, basada en la autoorganización. Ecuación de Bollier: procomún = comunidad + recurso + protocolos de autogobierno. No confundir con el recurso en sí, el bien común. Estamos hablando de cómo los recursos permiten el surgimiento de organizaciones sociales caracterizadas por la colaboración y la reciprocidad.
¿Cómo nos preparamos para la tarea, a veces hostil, de remar contra la corriente de la opresión sin siquiera tener nada que comer? Beraldi cita: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se convirtió en 2020 en la segunda forma más común de discapacidad en el mundo. Una epidemia de sufrimiento psicológico. Simas y Rufino nos recuerdan que lo contrario de la vida no es la muerte, sino el desencanto. Mantenerse vivo es permanecer encantado. El neoliberalismo quiere la muerte. Necropolítica. Necropoder. Lo común se enfrenta al neoliberalismo. Lo común, por tanto, se enfrenta a la muerte reencantándonos.
¿Cómo no morir? El cuidado está en los detalles. Al organizar laboratorios ciudadanos hay que prestar atención al café o té, la comida, el abrazo, la sonrisa, la escucha atenta, la beca en efectivo, la oportunidad laboral, el asesoramiento, el seguimiento, la reinserción. Lo que descubrimos es que el laboratorio no es una clínica, pero puede serlo. Es interdisciplinario y se nutre de composiciones con arte, filosofía, política y ciencia, como práctica clínica común (Passos, 2013). La clínica como contraparte.
Las redes de protección y cuidado establecen vínculos entre los humanos y entre humanos con los no humanos. El apoyo mutuo evita que el virus de la soledad se propague. Es un movimiento de composición delicado, cuyo propósito es estimular la pulsión vital. Disfuncionales, los subalternos no actúan, no crean ni transforman la realidad en la que están insertos. Son presa fácil. Cuidados, fortalecidos, enredados, los comuneros se convierten en una fuerza instituyente.
Construir laboratorios ciudadanos es una opción política, basada en el entendimiento de que el cuidado conecta la actividad común. Esta comprensión se hizo aún más evidente tras la pandemia de Covid-19. La innovación ciudadana es vital. El procomún es vital. Las personas, juntas, sostienen el cielo.
La economía del cuidado no es un tema nuevo. Las feministas, al menos desde la década de 1970, han construido un movimiento en torno a la lucha por equiparar producción y reproducción, para resaltar la red que sustenta la vida y sin la cual no hay política ni economía. Recientemente, esta agenda apareció en el discurso de toma de posesión del presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, quien propone reorganizar la economía de su país en base a los cuidados. También la del primer presidente de izquierda de la historia de Colombia, Gustavo Petro, y la de su vicepresidenta, Francia Márquez, autora de la idea de vivir sabroso.
El neoliberalismo involucra a personas con graves problemas de salud mental, el desgaste de las relaciones comunitarias, el odio corroyendo la democracia y los efectos de un sistema económico devastador que amenaza con poner fin a la especie humana. El cuidado, entonces, surge como un concepto agregador de las múltiples luchas en defensa de la vida. Activistas y pensadoras, especialmente mujeres, proponen la construcción de redes de protección y cuidados como antídoto necesario para que podamos volver a soñar con una sociedad justa e igualitaria. ¿Innovar para qué?, ¿para ganar más dinero o salvar nuestra propia especie?.
Uno de los principales socios del Instituto Procomum es Coletivo Etinerâncias. Son codirectores de LA Cuida – Laboratorio de Activación de la Economía del Cuidado, cuyas ediciones se realizaron en Colombia y Uruguay, en 2023.
En 2021, Etinerâncias lanzó el libro “Redes de cuidados – revoluciones invisibles para una vida vivible”, con el que sistematizan experiencias y conocimientos acumulados en sus viajes por comunidades indígenas, quilombolas, ribereñas y periféricas de localidades rurales y urbanas de América Latina. Con una sensibilidad gigante, se especializaron en facilitar diálogos y tejer redes, utilizando técnicas y métodos extraídos de sus intercambios con maestros populares. Este conocimiento alimenta un caldero multidisciplinario que también incluye aprendizajes y enseñanzas de diferentes tradiciones occidentales y orientales. Al estudiar sus propuestas, descubrimos que las redes de cuidado, un “tejido invisible y subterráneo” (2021, p. 32), sostienen la existencia y la vida vivible.
Planificar acciones basadas en las relaciones entre cuidado y bienes comunes es una forma de despatriarcalizar las instituciones. Eso ocurrió en el LAB Procomum, a través de numerosos procesos, que fueron sistematizados por la fundadora del instituto, Marília Reis Guarita, en su tesis de maestría defendida en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). A través de este trabajo propone un dispositivo de atención para la gestión de laboratorios ciudadanos, que ha sido probado en el LAB Procomum. La investigación, titulada El cuidado en la construcción de lo común, es también una cartografía. Sus observaciones, realizadas desde el doble rol de investigadora y directora del laboratorio, dieron como resultado un diagrama en forma de hélice cuyas aspas son el cuerpo, lo común y el cuidado.
El comunero (quizás aquí sería mejor escribir comunera) debe/puede relacionarse en este espacio de red a través de cinco proposiciones:
a) escucha (a sí mismo y al otro), ya que “es a través de la capacidad de recepción y de diálogo que se extrae el poder innovador de los conflictos”;
b) colectividad: “la dinámica de interacción que lo común implica para lograr despierta, enseña y encarna otra forma de vivir, con subjetividades articuladas a lo colectivo y habilitando y desenmarañando capas estructurales individualistas”;
c) intercambio, permitiendo que todos “sean aprendices, docentes, evaluadores, narradores”, generando un marco de producción (invención y prototipado) basado en el intercambio de posiciones y sin funciones cristalizadas;
d) el gesto más pequeño (Manning), es decir, la sutileza de estar en círculo, cocinar juntos, compartir el pan, prestar atención a los detalles que generan confianza;
e) presencia, es decir, la disponibilidad de habitar el presente, el aquí y el ahora, que muchas tradiciones espirituales enseñan que es esencial para una buena vida.
Estas propuestas serían capaces de apoyar una vida diaria cuidadosa y se volverían aún más fundamentales cuando estallan las emergencias (una pandemia, por ejemplo). Se reflejan en el acercamiento al territorio, en los procesos de gestión y en las dinámicas productivas y brindan apoyo. Este diagrama recibió el aporte del enorme entramado de mujeres que integraron el experimento del LAB Procomum.
Dubrovsky y Graeber (2020) nos recuerdan que el verdadero cuidado no está dirigido a satisfacer las necesidades materiales, incluso cuando hablamos de condiciones para el crecimiento y la prosperidad, sino a mantener o mejorar nuestra libertad. Por eso proponen, a partir de la experiencia traumática de la pandemia, la construcción de museos del cuidado, entendiéndolos como espacios cuya misión no es celebrar producción de ningún tipo. La razón de ser de estos museos sería ofrecer medios creativos para crear relaciones sociales completamente nuevas. En cierta medida, los laboratorios ciudadanos aquí presentados logran este objetivo, en un doble movimiento que es la producción comunitaria y la articulación de relaciones sanas entre las personas y el mundo en el que viven.
Referencias:
ALLAN, Liz et al. (Ed.). Unlearning Excercises: Art Organizations as a Site for Unlearning. Valiz, book and cultural projects, 2018.
BOLLIER, David. Pensar desde Los Comunes – Una Breve Introducción. Madrid: Traficantes de Sueños, 2016.
CAPASSO, Raissa; DEL GUERRA, Débora; KIELING, Gabriel. Redes de cuidado: revoluções invisíveis por uma vida vivível. 1. ed. São Paulo: Fundação Rosa Luxemburgo.
CAPOZZOLO, Angela Aparecida; CASETTO, Sidnei José; Henz, Alexandre de Oliveira (Org.). Clínica comum: itinerários de uma formação em saúde. São Paulo: Hucitec, 2013.
ESCOBAR, Arturo. Desde abajo, por la izquierda y con la Tierra. El país, v. 17, 2016.
GUARITA, Marília Reis. O Cuidado na Construção do Comum. 2021. Dissertação de Mestrado
SIMAS, Luiz Antonio; RUFINO, Luiz. Fogo no mato: a ciência encantada das macumbas. Mórula editorial, 2019.
SIMAS, Luiz Antonio; RUFINO, Luiz. Flecha no tempo. Mórula Editorial, 2019.
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Ciudades Hexagonales es un programa impulsado por CIDEU, diseñado y coordinado por Hexagonal LAB, financiado por la Unión Europea, con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y el Ayuntamiento de Barcelona.