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En un vuelo de estorninos: lecciones sobre innovación social, emergencia y complejidad
noviembre 5, 2025
Publicado por innovacionhexagonal@gmail.com en noviembre 6, 2025
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El Futuro que nos podemos permitir

.

  • Por Joan Subirats, miembro del Patronato de Honor de la Fundación Hexagonal.

 

En estos últimos tiempos, y mucho antes que así se titulara una serie, sabemos que “el futuro no es lo que era”. Ese horizonte, al que nos habíamos acostumbrado, en el que las generaciones venideras vivirían mejor que la nuestra siguiendo una senda de progreso indefinido que la historia, en su visión más bien esquemática, parecía confirmar. Los sobresaltos y los efectos combinados de la crisis financiera del 2008 y de la pandemia han ido conduciéndonos a una situación de pesimismo endémico, agravada, entre otras muchas cosas, por la falta de vivienda asequible, el cambio demográfico o las incertezas que sobre el mundo del trabajo proyecta la aceleración del cambio tecnológico con la Inteligencia Artificial. Todo ello envuelto en los grandes interrogantes que proyecta la emergencia climática, mientras Trump trata de imponer su hegemonía a golpe de aranceles y fuerza militar.

En ese escenario no ha de extrañarnos que atravesemos un periodo de desafección democrática. Si algo ha caracterizado a la democracia es su crisis permanente. De hecho, la democracia nació al mismo tiempo que sus enemigos. El fascismo fue capaz en su momento de interpretar la desazón de amplios sectores de la población cuando sufrían el impacto de una rápida transición entre la estática sociedad agraria y la emergente y cambiante sociedad industrial. Hoy día, en pleno cambio de época, todo ello resuena con fuerza. Uno de los valores fundamentales de la democracia reside en la capacidad de mantener la promesa de que el cambio personal y social es posible. La igualdad no es solo un problema de “mérito” como dicen algunos. Se trata de ir más allá de la desigualdad “natural” de las cosas, removiendo si es preciso, los obstáculos que impiden que ello sea posible, como afirma el artículo 9.2 de la Constitución (acogiendo así los preceptos constitucionales herederos de la victoria democrática de 1945 y los ecos del Informe Beveridge de 1942).

Uno de los valores fundamentales de la democracia reside en la capacidad de mantener la promesa de que el cambio personal y social es posible (…) Lo que está en juego es qué sociedad queremos, hacia dónde vamos.

Necesitamos una democracia militante que siga defendiendo esa esperanza de un futuro más fraternal y solidario. Lo cierto es que hay elementos que apuntan a que no estamos ante la habitual y hasta cierto punto estimulante situación crítica permanente del sistema democrático. En las viejas democracias los síntomas de declive son notables y se perciben en las dinámicas de polarización. Una polarización que ya no se basa en los clásicos dilemas ideológicos, sino que hunde sus raíces en elementos más estructuradores de personas y colectivos: cultura, identidad, familia, tradiciones. Y que muestra, al mismo tiempo, un creciente sentido de frustración ante la persistencia de los problemas de toda la vida (desigualdad, pobreza, exclusión…) y las nuevas y apremiantes amenazas (crisis climática, pandemias, estabilidad laboral, riesgos geoestratégicos…). Los enclaves de poder tradicionales siguen ahí y reaccionan como siempre cuando las decisiones que se toman desde las instituciones afectan sus intereses. Pero, ahora, la novedad es que las bases conservadoras y reaccionarias no asisten silenciosamente a ese juego de influencias y presiones, sino que se movilizan en las calles, se activan en las redes, buscan el cuerpo a cuerpo. Se han dado cuenta que lo que está en juego no es solo quién manda. Lo que está en juego es qué sociedad queremos, hacia dónde vamos.

En toda Europa estos interrogantes están presentes. En algunos países más que en otros. Pero la sensación de amenaza crece y se generaliza. Aumenta la desafección con relación a una democracia que se presenta como frágil y poco resolutiva. Necesitamos más democracia en Europa y más democracia en cada país de la Unión. No se trata de salvar la democracia como última posibilidad frente a una realidad que solo genera ansiedad y aflicción. Se trata de salvar la democracia como nota de optimismo y esperanza. Y para ello hemos de conseguir incorporar de manera más activa a los ciudadanos en las decisiones, hemos de articular mejor los procesos de toma de decisiones aprovechando los grandes avances de la ciencia y el conocimiento y su concreción en las dinámicas administrativas y de gestión, y, finalmente, todo ello se ha de notar en la vida de las gentes, en resultados concretos que respondan a los desafíos a los que nos enfrentamos como humanidad.

El nuevo alcalde de Nueva York Zhoran Mamdani, con su eslogan: “The Affordable City”, que yo interpreto como “la ciudad que nos podemos permitir”.

En ese sentido resulta prometedor, por su voluntad transformadora y por su planteamiento de alianza colectiva, el planteamiento del nuevo alcalde de Nueva York Zhoran Mamdani, con su eslogan: “The Affordable City”, que yo interpreto como “la ciudad que nos podemos permitir”. Dejando al margen las características personales del candidato que ya de por si resultan significativas, lo cierto es que en su campaña ha mezclado atrevimiento y radicalidad con necesidad de compromiso colectivo, alejándose del personalismo salvador de la política que tantas decepciones ha generado.

Estamos a menos de dos años de las próximas elecciones locales en España. Y muchas de las ciudades muestran claros agotamientos de sus tradicionales pautas de desarrollo. Los efectos de la crisis financiera e inmobiliaria del 2008, junto con la generalización de la oferta de estancias turísticas a través de las plataformas digitales y la falta histórica de una política pública de vivienda, está expulsando a mucha gente de las ciudades. Pero, la ciudad sigue siendo lugar central de oportunidades, intercambios y transacciones y ello conlleva aglomeraciones de todo tipo, con efectos ambientales y de movilidad evidentes en cualquier gran ciudad española. No hay suficientes servicios disponibles para niños y niñas menores de tres años, y tampoco hay planes en marcha para abordar lo que implica el alargamiento de la vida y los efectos en el sistema de cuidados. Las ciudades y sus modelos de futuro siguen estando marcados por la fase expansionista de inicios de siglo. Solo se habla de crecer, de desarrollarse, de hacer más y más.

El mensaje que nos llega de Mamdani es otro. Si entendemos la ciudad como una comunidad de personas de todas edades y procedencias, de una gran variedad de modelos de vida y convivencia, pero que viven juntos y habitan unas mismas calles y plazas, ¿qué es lo que entre todos podemos permitirnos? ¿Qué es lo que nos acerca a pautas de convivencia de respeto y reconocimiento? ¿Qué es lo que nos permite mirar al futuro sin tener que blindar nuestras casas, estar siempre vigilantes y desconfiar de todos los que nos rodean? ¿Qué tenemos que hacer para que los efectos del cambio climático no hagan de nuestras casas y calles sitios invivibles por calor y contaminación? ¿Podemos aprovechar las oportunidades y riqueza de intercambios que genera la ciudad sin riesgo para nuestra salud y supervivencia? Quizás no podemos crecer sin límites, pero si podemos, entre todos, explorar los equilibrios necesarios entre progreso y sostenibilidad.

Decía Zhoran Mamdani, la noche en que se proclamó candidato de los demócratas a la alcaldía de Nueva York por delante de Andrew Cuomo: “Hemos ganado porque los neoyorquinos han defendido una ciudad que pueden permitirse… Una ciudad en la que el trabajo duro se vea recompensado con una vida estable. Una ciudad en la que ocho horas en la fábrica o al volante de un taxi son suficientes para pagar la hipoteca. Son suficientes para pagar la luz. Son suficientes para enviar a tus hijos al colegio. Donde los apartamentos con alquiler estabilizado están realmente estabilizados. Donde los autobuses son rápidos y gratuitos. Donde el cuidado de los niños no cuesta más que lo que cuesta la universidad. Y donde la seguridad pública nos mantiene verdaderamente seguros”.

Una vida digna no debe estar reservada a unos pocos afortunados

Ha llegado la hora en que las ciudades y los ciudadanos nos planteemos cuál es el tipo de ciudad y de sociedad que podemos permitirnos. Nos jugamos mucho en ello. Es desde la proximidad desde dónde se puede trabajar de manera más integral, directa y compartida sobre como afrontar los problemas de individuos, familias y comunidades. Partiendo de la premisa que una vida digna no debe estar reservada a unos pocos afortunados. Debe ser algo que el gobierno de la ciudad trate de garantizar a todos. Más allá de sus competencias. Porque la dignidad de las personas nos incumbe a todos.

——

  • Este artículo pertenece a la «Colección Derecho al Futuro«, un proyecto de la Fundación Hexagonal que pretende redefinir el concepto de progreso e invocar un nuevo contrato social centrado en la recuperación de la confianza ciudadana en la democracia, a través de la reflexión, la deliberación, la participación, el diseño colaborativo y la innovación social; para superar las crisis de desafección e imaginación que afectan a nuestras instituciones y organizaciones.
  • Sobre el autor: Joan Subirats es Doctor en Ciencias Económicas, catedrático de Ciencia Política e investigador del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es especialista en temas de gobernanza, gestión y análisis de políticas públicas, así como en problemas de innovación democrática y sociedad civil. Fue Ministro de Universidades de España entre 2021 y 2023. Forma parte del Patronato honorífico de la Fundación Hexagonal.
  • Recomendamos la lectura del resto de artículos de la colección: Al futuro por la senda del placer, de Cristina Monge; Recuperar el futuro, de Daniel Innerarity;  Imaginar la Esperanza, de José María Lassalle; y Derecho al futuro contra el populismo algorítmico de Raúl Oliván.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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