Trenzadas
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octubre 12, 2024Cuando los niños juegan en (y con) la ciudad
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Por Almudena de Benito Alonso
La infancia – junto con las mujeres y la tercera edad- es uno de los colectivos olvidados en la ciudad. Las ciudades europeas, desde la Segunda Guerra Mundial, han sido diseñadas para atender a las necesidades de un “hombre universal” [1] que genera espacios uniformes y anónimos[2] y esa situación todavía se mantiene, aunque existen movimientos como el urbanismo feminista[3] que revindica una ciudad para todas las personas, independientemente de su género, raza, edad o condición. Una ciudad en la que sea posible combinar las tareas productivas, normalmente vinculadas a los hombres, con las reproductivas y de los cuidados, realizadas por las mujeres. Este urbanismo con mirada de género reivindica ciudades que prioricen la tarea del cuidar y, ante la movilidad lineal: casa-trabajo-casa, deben fomentarse los lugares de reunión y socialización de todas las personas.[4] Una ciudad centrada en las necesidades prioriza espacios públicos para el encuentro -como las plazas y los parques- frente al consumo.
Sin embargo, la ciudad dista mucho de ser un campo de juego, un lugar seguro para un colectivo -el infantil- que busca apropiarse de sus espacios, pero cada vez encuentra menos margen para ello[5]. El territorio que los niños encuentran es discontinuo, son zonas de aventuras cercadas. Los espacios infantiles de la ciudad son lugares segregados, áreas para el juego contenido -casi dirigido- a través de elementos que dejan poco margen a la imaginación[6]. Lugares limitados, de topografía ausente, carentes de elementos naturales básicos para las actividades lúdicas como el agua, la arena o los árboles y las plantas.
Desde Chiquitectos [7] reivindicamos la ciudad como un enorme campo de juego y hemos llevado a cabo varias acciones urbanas que utilizan el jugar como herramienta de apropiación del espacio público. Son acciones puntuales, esporádicas, pero que sirven para tomar al pulso a una infancia y a una ciudadanía ávida de espacios de encuentro y de interacción. Río Malasaña[8], Chapacircuito[9] y Enreda2[10] suponen la colonización de algunas áreas de la ciudad donde se alteran los usos habituales y aparecen nuevas funciones asociadas al juego y a la estancia.
En las tres acciones la actividad lúdica se conforma como una herramienta social que permite la interacción entre personas de todas las edades y el uso del espacio público como un lugar de encuentro, de intercambio de experiencias y de construcción de comunidad. Mediante estas dinámicas se crean nuevas posibilidades en entornos conocidos y accesibles y se reivindica la ciudad como campo de juego y el espacio público como lugar de relación y espacio susceptible de apropiación por parte del vecindario, considerando también a los niños como habitantes activos y no sólo como ciudadanos del futuro.
Creemos en el poder de transformación que tiene la infancia cuando es escuchada y cuenta su experiencia urbana, sus necesidades y sus ideas para cambiar su entorno más cercano. A través de las distintas actividades propuestas, contribuimos a crear ciudadanos participativos y responsables de sus propias decisiones, que sean capaces de actuar para transformar. Despertamos el pensamiento crítico mediante la ruptura del imaginario colectivo.
Desde el año 2012 realizamos talleres infantiles y familiares, “Ciudad sostenible” ha sido uno de los más exitosos. Llevado a cabo casi un centenar de veces en centros educativos, instituciones diversas y con distintos formatos, el objetivo es brindar un espacio-tiempo a los niños para que propongan la ciudad que desean. Se trata de un ejercicio de reflexión práctica, en el que aprender a través de la experiencia directa, con la construcción en equipo de una gran maqueta colectiva a base de materiales reciclados. ¿Cómo nos moveremos por la ciudad que queremos? ¿En patinete? ¿En bicicleta? ¿Cómo será esta ciudad? ¿Un gran campo de juego? ¿Un conjunto de espacios verdes? Respondemos a todos estos interrogantes construyendo equipamientos públicos y edificios de viviendas, diseñando la red viaria y peatonal, las plazas y las zonas verdes.
En el taller ciudad sostenible subrayamos la importancia del espacio público y de las zonas verdes, las funciones imprescindibles de los equipamientos en nuestro día a día y la necesidad de organizar las circulaciones de autobuses, bicicletas, peatones y, en menor medida, coches. Hablamos de la ciudad de los quince minutos, un concepto desconocido para la mayoría de los y las participantes pero que suele formar parte de su cotidianidad. De estos talleres recogemos numerosas ideas, la mayoría de ellas relacionadas con el espacio público y sus actividades. Los niños proponen situar espacios verdes cerca de los hospitales – para ayudar a mejorar a las personas enfermas- reclaman más zonas deportivas, incluyendo áreas de skate park a las que se pueda llegar en bicicleta o monopatín. La infancia se declara amiga de los animales y demanda más parques para perros y a la vez, la necesidad de una ciudad limpia de excrementos.
En lo que respecta a la movilidad urbana, los niños quieren ir en bicicleta al colegio por lo que reivindican la existencia de carriles bici segregados y seguros, con árboles que den sombra y permitan usarlos también en verano. El exceso de automóviles les preocupa, no sólo por el peligro que suponen para su seguridad, sino también por la contaminación que provocan. Proponen aparcamientos en la entrada de la ciudad donde los y las no residentes puedan dejar su coche y escoger un medio de transporte más sostenible para llegar a su destino.
Los y las participantes son conscientes de las consecuencias del cambio climático y plantean medidas en esta línea como que los edificios de viviendas tengan paneles de energía solar y que sus cubiertas sean zonas verdes, que puedan incluir huertos. El tema del autoabastecimiento es recurrente, la idea de tener huertos urbanos dispersos por la ciudad y que sirvan como lugar de encuentro y relación del vecindario, también se repite.
Generalmente, los y las adolescentes reclaman espacios para reunirse y zonas deportivas en los parques, reivindicando que éstos sean áreas para todas las edades y no sólo lugares con elementos de juego destinados a la primera infancia. En la misma línea, piden espacios para hacer grafitis legales y más cines de verano al aire libre. En los casi cien talleres que hemos realizado siempre se repiten las mismas necesidades: más parques, más espacios verdes, más lugares para jugar. La infancia y juventud reclaman estar en contacto con la naturaleza, disfrutar de espacios verdes con estanques, árboles, plantas… son conscientes de los beneficios de la vegetación y de cómo esta ayuda reducir la temperatura en los meses estivales.
Una ciudad pensada por los niños es buena para todos los ciudadanos[11]. De ahí la necesidad de escuchar a la infancia, de llevar a cabo sus propuestas, de un urbanismo participativo que incluya a este colectivo. Hacer que las calles signifiquen un universo de atrevimientos, que las plazas y solares vuelvan a convertirse en grandiosas salas de juegos y la aventura vuelva a esperarnos a la vuelta de la esquina.[12] Debemos recuperar el derecho de utilizar los espacios públicos a nuestro antojo, para vivir la ciudad desde la experiencia, el descubrimiento y el juego.
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[1] El uso de este término (en lugar de persona o ser humano) refleja literalmente esa elección del varón en edad activa como usuario representativo de la sociedad, un hecho que provoca la segregación y discriminación del resto de habitantes de la ciudad.
[2] Eric Paul Mumford, The CIAM discourse on urbanism, 1928-1960 (Cambridge, Mass: MIT Press, 2000).
[3] Este movimiento nace en Viena en los años 70, aunque comienza a aplicarse en los 80, cuando la urbanista Eva Kail realiza talleres de planeamiento urbano con mujeres, registrando sus experiencias en la capital austriaca. Waltraud Müllauer-Seichter, «La intervención ciudadana en la transformación de los espacios público», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (RDTP) 62, n.o 1 (30 de junio de 2007): 167-85, https://doi.org/10.3989/rdtp.2007.v62.i1.30.
[4] Col-lectiu punt 6, Urbanismo feminista, por una transformación radical de los espacios de vida. (Barcelona: Virus, 2019)
[5] Cabanellas, Isabel y Eslava, Clara. Territorios de la infancia. Diálogos entre arquitectura y pedagogía. Biblioteca de infantil 9. (Barcelona: Graó, 2009)
[6] Los equipamientos para el juego en las áreas infantiles infantil son en su mayoría excesivamente figurativos, representaciones de objetos (un barco, un castillo). El uso lúdico de estructuras no necesariamente representativas de elementos de la realidad favorece el juego simbólico.
[7] es un proyecto lúdico y educativo para despertar en los niños, niñas y jóvenes el interés por la arquitectura, el entorno, la ciudad y el desarrollo sostenible. www. Chiquitectos.com
[8] Una acción urbana que ocupó 130 m de la calle San Andrés en Madrid en 2017, consistente en la creación y juego de un “río” de lanas de distritos tonos de azul aprovechando los bolardos de la calle.
[9] En 2019, en el festival Gaztapiles de Madrid realizamos una construcción colaborativa en la acera de un circuito para chapas utilizando materiales reciclados y herramientas (tizas, tubos, rampas…). Tras la construcción los y las participantes participaron en una carrera de chapas en plena calle.
[10] Construcción colaborativa de un “tablero” sobre la acera pintado con tizas para después jugar al juego Enredos o Twister, realizada en 2019, en el festival Gaztapiles de Madrid.
[11] Francesco Tonucci, La ciudad de los niños: un modo nuevo de pensar la ciudad (Buenos Aires: Losada S.A., 2006),
[12] Manuel Delgado, en la introducción para Territorios de la infancia. Diálogos entre arquitectura y pedagogía. Biblioteca de infantil 9. (Barcelona: Graó, 2009) de Isabel Cabanellas y Clara Eslava.
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Ciudades Hexagonales es un programa impulsado por CIDEU, diseñado y coordinado por Hexagonal LAB, financiado por la Unión Europea, con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y el Ayuntamiento de Barcelona.